Cambiando el punto de equilibrio de la humanidad
Propongo que la automatización generalizada, es decir, robots e inteligencias trabajando en lugar de nosotros, los humanos, nos empujan fuera de un punto de equilibrio que se mantuvo estable durante un buen tiempo - hasta que creáramos, con nuestra propia dedicación, quien trabajase por nosotros, cada vez más, en más áreas.
Estábamos bien equilibrados en la creación de niños para el mercado laboral, obedientes y creativos. Matrimonios manteniendo la procreación sin interrumpir el flujo de trabajadores yendo a trabajar. Los ancianos no molestan mucho a aquellos que trabajan. Podríamos llamar a este conjunto de comportamientos como un equilibrio estable.
Los propios padres, siempre fuera de casa yendo a trabajar temprano, estimulan a los hijos que, también temprano, se sientan a estudiar, que es, no por coincidencia, una preparación para el trabajo, luego al frente.
Si no escribimos sobre eso, podemos tranquilamente pensar que esto -es- la vida. Nos acostumbramos. Nos equilibramos.
Incluso la lógica, además de la intuición, consigue tantear que nuestra masa encefálica es mucho más elástica que acomodarse en un único tipo de equilibrio social. Ella puede adaptarse a muchos tipos de equilibrios, ¿no? No hay respuesta correcta, o equilibrio correcto, para un billón de conexiones sinápticas que tenemos, cada uno de nosotros. Más la voluntad de conectarse. Nuestro conjunto de sistemas.
Estos párrafos anteriores intentan prepararnos para poder concluir que nada impide que otro equilibrio aparezca, para tomar el lugar de este equilibrio anterior que por tanto tiempo nos acomodó.
Pero si creamos tanto en el equilibrio del trabajo, con innovaciones permanentes, ¿por qué ahora, la innovación de la automatización, cambiaría nuestro equilibrio social? ¿No sería sólo una innovación más dentro del equilibrio social, sin cambiar nuestro equilibrio social, como fueron las innovaciones del coche, teléfono, internet (etcéteras)?
Inventamos el coche y no cambiamos el equilibrio de estudiar, trabajar, jubilarse. Ídem para el teléfono. Ídem para internet (etcéteras).
¿Por qué la automatización generalizada cambiaría nuestro equilibrio?
Creo que cambia.
¿Por qué?
Porque rompe con la necesidad de que trabajemos. Ahora de verdad.
Si esta hipótesis es correcta, ¿cómo será este nuevo equilibrio?
No hace mucha diferencia intentar prever un eventual nuevo equilibrio. Simplemente sucede. Se establece. Textos futuristas, más o menos correctos, raramente consiguen influenciar el nuevo punto de equilibrio.
El nuevo punto de equilibrio depende muy poco de abstracciones sobre cómo ocurrirá, y mucho más del equilibrio de fuerzas que sucederá por no más ser necesario trabajar - y, por lo tanto, no más ser necesario estudiar para trabajar; y, por lo tanto, no más ser necesario dejar a los más viejos en el ostracismo; y mil otras interacciones de fuerzas sociales y culturales.
Pero, por deporte, podemos intentar imaginar la dirección, quién sabe al menos eso, de este nuevo punto de equilibrio.
La base del razonamiento es no más ser necesario trabajar, o casi nada trabajar, para obtener las mil cosas que cada vez más máquinas, robots e inteligencias artificiales hacen solas, para nuestro usufructo.
Podemos descartar un pesimismo natural al encarar cambios para dejar el texto menos previsible, saltando directo para el nuevo futuro. Los niños son muy buenos en eso: sus nuevos cerebros abrazan lo nuevo, mientras generaciones anteriores frecuentemente lamentan lo nuevo.
¿Cómo será este nuevo punto de equilibrio, usando el punto de vista abrazador de novedades de los cerebros nuevos?

La imagen de uvas siendo automáticamente servidas para nosotros los humanos, acostados y relajados, sólo es nueva por la presencia del robot y por la universalización teórica posible de esto acontecer con todos.
Culturalmente, sin embargo, conocemos la imagen de un humano siendo tratado con todas las regalías posibles, sin la necesidad de mucho, o ningún, trabajo en contrapartida.
Culturalmente esta imagen se asemeja a un heredero (infinitamente) rico.
Sólo que en vez de ser servido por otros humanos, ahora cualquier humano sería servido por incontables robots.
Seríamos - ¿seremos? - herederos de las generaciones que, aún hoy, trabajan incansablemente para montar este tipo de futuro.
Importa más saber que este escenario no es nuevo, sólo la universalización del escenario es que es nueva.
¿Cómo sería una cultura en la que todos podremos ser herederos de abundancia infinita?
Esa es una manera de ver la automatización en altísimo grado de aplicación, sigue conmigo el razonamiento: como un manzano produce manzanas sin la necesidad de nuestra intervención, sólo transformando sol, agua y nutrientes en el aire y en la tierra, robots y chips pueden, cada día más, transformar sol, agua y nutrientes en cosas que humanos no necesitan más trabajar para disponibilizar.
La automatización en altísimo grado funciona como la naturaleza: deja caer, “del cielo”, como las frutas caen de árboles, la naturaleza hábilmente transformada en objetos y servicios que queremos disponibilizar.
También como el ejemplo del manzano, la producción ocurre en un ciclo autosuficiente: la semilla crece, crea la fruta que alimenta o cae, hongos descomponen, reinicia el ciclo.
Podemos suponer que la automatización hace una buena danza cíclica con la naturaleza, cada día más, con la inteligencia de los humanos trabajando hoy.
Para que los herederos, realmente, estén rodeados de “manzanos” que producen todo. No solamente manzanas.
Ahora llegamos a un punto de pregunta: ¿qué vamos a querer producir?
Incluso sabiendo que todo será autosuficiente, automático, ¿qué iremos a querer producir?
Esa es una pregunta más avanzada, que salta la voluntad que tenemos de gestionar problemas intermediarios, como criticar la polución, quedar desasosegado al siquiera imaginar no necesitar trabajar para tener todo, entre otras polémicas que tanto nos gusta futricar - tal vez para no ver lo que está adelante de las polémicas.
Para adelante de las polémicas, o sea, con las polémicas resueltas - ¿vamos a suponer para ver? -, podemos no querer ver lo que habrá después.
Básicamente ¿habrá “uvas” mientras quedamos “acostados”?
Tal vez iremos a empezar a percibir nuestra prisión de los sentidos: el deseo sexual, el deseo de correr, jugar, participar de la danza que cuenta con la aleatoriedad de una bola en canchas de deportes en variados deportes, el deseo de premiación, el deseo de descansar. (Etcéteras).
Acabaremos percibiendo que nuestro ADN animal no está listo para sentar o acostar y recibir “uvas” por cien años.
Podemos cambiar nuestro ADN. Podemos extender por cuánto tiempo vivimos.
Pero en este caso, con el “papel en blanco” del diseñador, ¿qué deseos colocaremos en la nueva especie que crearemos?
Avanzo para este asunto porque la conclusión de la automatización plena es que percibiremos con aún más fuerza que somos animales en medio de tanta abundancia. Presos a deseos animales, primates, específicamente humanos, pero animales.
Pero ¿y si, entonces, cambiamos nuestro comportamiento? ¿Nuestro ADN, nuestra programación, nuestra biología?
Suponga posible, sólo por deporte.
En este caso podremos salir de la “prisión animal”: deseos, competir, envidia, rabia, sexo, ironía, reír.
¿Quién definirá el nuevo diseño? Ciertamente el consenso será casi imposible. Pero alguien osadamente irá a diseñar una nueva raza para lidiar con abundancia total.
No más morir, alimentos abundantes, productos y servicios abundantes.
¿Cuál biología combina con este tipo de abundancia?
Un budista diseñaría una nueva raza sin deseos. Si no hubiera deseos, ¿ni necesitábamos de tanta automatización? ¿Morrería de hambre una raza sin deseos?
El deseo puede ser herramienta para no morir de hambre.
Pero en un mundo de abundancia no es más necesario tanto deseo, tanta lucha así, para obtener cosas.
¿Podríamos entonces disminuir mucho el deseo?
Paro por aquí, pero noten el terreno fértil de posibilidades.
Noten, también, que mi texto no asegura ni direcciona este destino: trabajamos, hoy, para tener esta tal automatización total, compatible con la naturaleza, o sea, permanente.
No veo a la humanidad dar media vuelta y volver.
No veo, también, cómo conciliar nuestro lado animal con abundancia total - nuestros deseos van a quedar sin objetivos reales - y, tampoco, no veo a un diseñador de nueva biología conseguir diseñar algo muy diferente de lo que un tipo de robot de carbono, con casi ningún deseo, para quedar tranquilo en medio de tantas uvas, manzanas, productos y servicios abundantes, sin precisar retorcerse mucho, con menos hormonas. La ausencia de deseo derrumba la necesidad de tanta abundancia, notablemente las marcas que intentan causar envidia, poder, todas atreladas a grandes deseos.
¿Vamos a observar la transición de los tiempos?
La lenta transición ya nos ofrece consejos de nuevos comportamientos, a cada nueva mañana. ☀️