Entrevista de dos horas
¿En cuántas horas de entrevista cuentas todo lo que tienes que decir?
Sobre el mundo. Sobre la vida. Sobre cualquier tema específico.
Viendo entrevistas de canales como The Diary of a CEO, Joe Rogan y recordando entrevistas de tiempos pasados, veo que en poco más de dos horas de entrevista muchas personas dicen casi todo lo que les gustaría decir.
Si leemos un libro de esta persona entrevistada, generalmente el contenido parecerá repetido. La mayor parte del contenido ya había sido dicho en la entrevista.
Podríamos, quizás, cambiar el dicho que habla de (plantar un árbol y) escribir un libro por “dar una buena entrevista” - ya no es necesario escribir un libro.
Si la idea era dejar conocimiento para la posteridad, hoy las entrevistas están tan digitalmente grabadas y accesibles como lo están los libros.
Cuando escribo sobre un tema, me gusta preguntarme, algunas veces: ¿y qué? ¿Qué puede traer de razonablemente interesante esta hipótesis, si se confirma?
Encontré algo intrigante sobre esta hipótesis.
Si nuestro contenido termina en algunas pocas horas de una buena entrevista, ¿cómo continuamos?
Por ejemplo: un entrevistado, después de dar entrevistas similares en varios canales de medios, ¿qué va a hacer?
Y en nuestras vidas fuera de los focos también: nuestro cónyuge, ese primo o vecino que siempre está por casa, hijos, aquellos que conviven con nosotros más de unas horas de entrevista, ¿qué nos mantiene atraídos, teniendo en cuenta que ya sabemos, no tarda mucho, todo el contenido principal de la persona con quien convivimos bastante?
Vaya, no es el contenido de la entrevista lo que nos atrae para relaciones largas - para más de unas horas, para más de algunos encuentros seguidos. Constato. Propongo.
Podría terminar con esta constatación que, para mí, me sorprendió hoy, cuando empecé a escribir sobre este asunto. Es una pregunta para dejar en el aire.
Pero voy a tejer más hipótesis, continuar mi propia conversación con esta constatación, suponiendo que las hipótesis estén razonablemente correctas.
El flirteo, la seducción, la gentileza, el baile, el juego, sin contenido, serían las maneras de mantener largas, larguísimas, relaciones.
Si un día hasta incluso el juego, el flirteo y la seducción cansan, lo dejo para otro texto, pero me enfoco en el fallo del contenido de una entrevista en mantener relaciones largas.
En este sentido, la utilidad de este tipo de constatación es percibir que no importa el contenido de alguien cuando se trata de convivencia por largos tiempos. El contenido que cabría en algunas horas de entrevista no importa.
Importa cualquier otra cosa que sea habitual: la habitual gentileza, o la habitual agresividad, incluso.
Un paréntesis sobre comportamientos aterradores citados aquí: cuando hablo de comportamientos malos habituales, estoy aceptando que muchas personas aún necesitan reproducir un ambiente familiar hostil para sentirse en casa, para sentirse realmente “familiarizados” con alguien. Reproduciendo una infancia con sus cualidades buenas y malas también, mientras no superen esta necesidad. Los vídeos de The School Of Life explican didácticamente sobre esto, entonces no voy a enfocarme en este interesante comportamiento aquí. Basta saber que nuevamente se trata de comportamientos habituales, no de contenido de entrevista, incluso si son comportamientos dichos “malos”, como agresividad, rechazo, frialdad, distanciamiento habituales que una persona pueda tener y proveer.
Volviendo al comportamiento habitual en vez del contenido de entrevista, es curioso notar que queremos, entonces, aquello que es habitual, y no el contenido que cabría en una entrevista de algunas horas.
Einstein es el ejemplo cliché de brillante contenido de entrevista. Una su esposa o conviviente espontáneo en general admiraría no su contenido, sino, intuyo siguiendo esta teoría, admiraría su buen humor, o su baile para intentar profundizar, cada día, aquel conocimiento que incluso profundizando siempre cabe en pocas horas de entrevista.
Es el baile, el cotidiano, que crea atractivo en relaciones largas. Constato. Propongo.
Aquí empieza a surgir un nuevo tema: la novedad.
Estamos colocando la rutina, los hábitos del día a día, como fuente de la convivencia por largos tiempos.
¿Cómo podemos añadir novedad a la rutina?
Como estamos analizando, el conocimiento no cambia, continúa siempre cabiendo en pocas horas de entrevista, a lo largo de la vida.
¿Y la rutina, cambia?
Aquí aparece una cuestión: incluso la habitualidad, el baile, los mismos gestos, la gentileza de siempre, también pueden luego mostrar su repetición, su poca variabilidad. Como también hay, propongo, falta de variación en nuestro conocimiento que cabe en una entrevista.
Entonces acaba sobrando de mi hipótesis inicial que, si necesitamos de la búsqueda de la novedad en determinados momentos, esta novedad no debe venir del conocimiento de una persona que cabe en una entrevista, pues este es siempre de pocas horas, propongo. Luego se agota en la convivencia.
Pero ¿cómo el baile, el gestual, alimenta una relación más larga?
Probablemente con la estimulación de sentidos y sentimientos.
Nuevamente, el conocimiento que cabe en una entrevista que cada uno de nosotros tiene no es capaz de estimular sentimientos en largas convivencias, pues luego se agota.
Queda el baile, la manera de actuar, pero no el contenido. La manera de actuar, en el momento correcto, crea una sinfonía de sentimientos en la convivencia.
En esta arena el baile, el modo de ser consigue sustituir nuestro finito, que cabe en una entrevista, conocimiento, para largas convivencias.
Volvemos, entonces, a nuestra constatación que considero intrigante de que el conocimiento de alguien no importa, nada, para largas convivencias. Importa el modo. La manera. Incluyendo la manera de expresar conocimiento, pero no el conocimiento en sí.
Para las relaciones cortas, ahí sí, el placer de descubrir, a lo largo de los primeros encuentros, aquello que la persona tiene de conocimiento que cabría en una entrevista, remonta al placer de asistir a una bella entrevista.
Yo incluso diría que el placer es el mismo, sea asistir a una bella entrevista, o estar sentado junto a una persona y observando, por primera vez, su contenido siendo gradativamente externalizado.
Agotado el conocimiento, he aquí mi hipótesis, entra el baile, el modo de ser.
Ahí es otra persona. Es otra historia.
Es otro medio, podríamos raptar el lenguaje de la comunicación para las relaciones.
Salimos de la entrevista para el baile.
